¿Sabes que el grado de vitalidad de tu cosmético va a determinar su eficacia en tu piel?
Hoy en día nos resulta muy familiar escuchar hablar sobre la calidad energética de un alimento, sabemos que existen lugares “sanos” para vivir y otros “contaminados” por geopatías o entornos no tan saludables, pero... ¿Y cuando hablamos de un cosmético?
¿Qué significa conocer la “vitalidad'' de un cosmético? ¿Qué nos aporta su calidad vibracional? ¿Cómo influye eso en nuestra piel?
Medir la calidad vibracional, o lo que es lo mismo, la vitalidad de un lugar, objeto, alimento o persona es un hecho cada vez más empleado para determinar su grado de salud. Cada enfermedad, cada órgano, cada virus tiene una frecuencia vibratoria propia (el bacilo de Koch, responsable de la tuberculosis, vibra a 5.500 unidades Bovis). Llevar esta medición al terreno de la cosmética es un gran avance, una nueva dimensión que sitúa a la cosmética en una posición mucho más “terapéutica”.
Precisamente en ese terreno, The Emotions Lab y su cosmética emocional vuelven a ser pioneros midiendo la vitalidad de cada uno de sus cosméticos y con ello el grado de interacción y salud con la piel.
Así como la aparatología, tan eficiente en tratamientos estéticos, se determina por la emisión de una frecuencia concreta (aproximadamente 448 KHz), con la cosmética emocional de The Emotions Lab sucede lo mismo en la medida denominada Unidad Bovis (UB).
Unidad Bovis fue desarrollada por el ingeniero A.Simoneton (1949), discípulo del geobiólogo Jacques Bovis, estableciendo esta medición:
6.300- 6.500 UB = balance energético < a 6.300 UB afecta negativamente a la vida humana 8.000 a 1.0000 UB tiene efectos positivos ayudando a las funciones fisiológicas del cuerpo humano >10000 UB = rango etéreo
Eternal blossom, el último lanzamiento de la cosmética emocional de The Emotions Lab, está formulado hasta llegar a 8.700 UB lo que garantiza un producto de alta calidad energética y, consecuentemente, sinónimo de salud.
La creadora de la Cosmética Emocional, Gisella Gil, apunta: “Necesitamos que un cosmético esté vivo energéticamente para que los neurotransmisores puedan hacer su función y pasar la información a las células. De esa forma actuamos desde la raíz y en consecuencia. Solamente así podremos modificar la información que, correlativamente, cambiará nuestra piel”.
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