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05/08/2021 / Guillermo Rodríguez

¿Qué es el envejecimiento?

Alcanzar la vejez es un regalo de la ciencia moderna. Sin embargo, a partir de los 65 años ya no se habla de añadir años a la vida sino vida a los años. Comprender en qué consiste el envejecimiento y cómo podemos llegar a esa fase vital de la mejor manera posible nos interesa a todos.

TODO ORGANISMO LLEGA A UNA FASE REGRESIVA de su ciclo vital que se manifiesta por cambios anatómicos, fisiológicos y anímicos; esta fase se conoce con el nombre de envejecimiento.

En el universo, todo está envejeciendo desde el mismo instante de su formación; y lo hace, tanto la materia viviente, como la inanimada. El envejecimiento sería el paso de un ser o un objeto a través del tiempo. Según las teorías físico-filosóficas más recientes y en boga, fuera de la coordenada o dimensión del tiempo, no habría envejecimiento. Lo que ocurre es que en nuestro mundo, todo está sujeto a esta coordenada por la que resulta imposible pasar sin sufrir cambios físicos. En principio, y por este motivo, se puede identificar envejecimiento, con cambios a través del tiempo. Lo que ocurre es que estos cambios, aunque dependan ineludiblemente de él, no resultan ser su simple función lineal, sino que también entran en ellos otros factores que, aunque sean secundarios, influyen en el proceso general de envejecimiento.

El envejecimiento representa, pues, el conjunto de modificaciones que tienen lugar en el organismo como consecuencia del tiempo vivido y, asimismo, del modo en que se ha vivido, y se manifiestan así:

  • Disminución del nivel vital.
  • Pérdida de peso y volumen corporal.
  • Menor elasticidad y movilidad
  • Declive del metabolismo basal y total.
  • Disminución de las funciones inmunológicas.
  • Cambios en la piel con formación de arrugas, manchas y pérdida de turgencia y elasticidad. También, caída y encanecimiento del cabello.

Como se acaba de indicar, el envejecimiento se puede asociar a esta serie de cambios que aparecen con el paso del tiempo. Ahora bien, el concepto íntimo del tiempo es uno de los más grandes misterios de la humanidad. Desde que el ser humano adquirió conciencia de que el tiempo pasaba, se ha sentido confundido por su naturaleza inescrutable. Es un tema que ha cautivado a poetas, escritores, filósofos y científicos; y aún estando presente en todas sus principales teorías actuales, la ciencia sigue careciendo de una idea de en qué consiste el tiempo. De lo que sí está segura la ciencia, es que la vida va ligada a la materia, al espacio y al tiempo. Mentes preclaras como San Agustín (350-430), intuyeron ya que el mundo no se hizo en el tiempo, sino simultáneamente con él y que, en consecuencia, no estaba antes. Aunque para la inmensa mayoría de la humanidad, hasta la formulación de la teoría de la relatividad de Einstein, el tiempo era absoluto, es decir, el mismo en cualquier parte del Universo, existiendo ya antes de su formación.

A este respecto, cabe señalar la curiosa anécdota del arzobispo irlandés James Usher, quien en 1654, basándose en datos del Antiguo Testamento, calculó que nuestra Tierra fue creada a las 9 de la mañana del día 26 de Octubre del año 4004 antes de Cristo. Lo que indica, bien a las claras, la creencia errónea en un tiempo anterior a la formación de nuestro planeta.

Todos somos conscientes del irreversible fluir del tiempo en un único sentido, aunque la ciencia moderna, en especial la física, destaca en que sus teorías básicas actuales –la mecánica de Newton, la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica de Heisenberg y Schrödinger– son prácticamente indiferentes a ese concepto unidireccional. No obstante, dichas teorías serían igualmente válidas con un tiempo que corriera al revés, por lo que pudiera haber otros mundos en los que el tiempo fluya en sentido contrario al que estamos familiarizados; donde la gente se levantaría de la tumba, para ir rejuveneciendo y acabar en el momento de su concepción. En nuestro mundo, sin embargo, tales especulaciones se contradicen con la realidad empírica de que el tiempo fluye en un único sentido; corre como una flecha, lo que tiene unas características direccionales preferentes. De este hecho se ha acuñado la sugestiva expresión de la “flecha del tiempo”, que marca su irreversibilidad y cuyas consecuencias, sobre cualquier ser viviente, son el envejecimiento y el encuentro final con la muerte.

Ambos fenómenos, envejecimiento y muerte, son, pues, los indicadores más fiables que poseemos acerca del sentido unidireccional del tiempo. Científicamente, no se ha podido comprobar ningún caso de un organismo vivo que, una vez muerto, vuelva a la vida, que rejuvenezca y que acabe su periplo vital naciendo, en lugar de morir. Así pues, la vida que está íntimamente relacionada con el tiempo, es unidireccional y, por ende, irreversible.

Sin embargo, esta idea actual del tiempo unidireccional no ha estado siempre vigente. La observación de las mareas, solsticios, estaciones o movimiento de los astros condujeron, a la práctica totalidad de las civilizaciones primitivas, a contemplar al tiempo como un movimiento cíclico. De la misma manera que el día sigue a la noche, la luna nueva a la llena o el verano al invierno, ¿por qué no se comportaría el tiempo de igual manera? Los mayas creían que la historia se repetía cada 260 años; la configuración cíclica del tiempo fue un rasgo característico de una civilización tan influyente como la griega, que aceptaba como cierto, que toda ciudad, pueblo o acontecer se restablecerían u ocurrirían de igual forma de una manera repetida e indefinida. La misma idea sobre las reencarnaciones, propias de algunas civilizaciones asiáticas, no deja de ser otra faceta de dicha idea cíclica del tiempo.

Las tradiciones judía y cristiana fueron las que establecieron el concepto de tiempo lineal irreversible en la cultura occidental. El pensamiento cristiano quiso superar, definitivamente, los antiguos conceptos de las eternas repeticiones, basándose en su creencia del nacimiento, muerte y resurrección de Jesucristo, como sucesos singulares e irrepetibles. Con ello, la civilización occidental llegó a considerar al tiempo como un camino lineal que fluye unidireccionalmente del pasado al futuro. Dicha idea influyó profunda y decididamente en todo el mundo occidental, al prepararlo para el progreso; al ser el futuro impredecible y no una simple repetición cíclica del pasado, no se cae en el fatalismo y se da libertad para las iniciativas personales.

 

LA VIDA ES UNA FORMA DE ENERGÍA que sigue las leyes de la termodinámica de una manera irreversible, por lo que se puede afirmar que el envejecimiento y la muerte son precios a pagar por haber vivido.

La vida cumple la primera ley de la termodinámica, al estar organizada alrededor de la energía que constantemente fluye sobre la tierra desde el sol, en forma de radiación. Sin este aporte la vida sería imposible, ya que, según esta ley, no puede efectuarse ninguna clase de trabajo sin el consiguiente concurso de energía.

Por otra parte, la segunda ley de la termodinámica postula que el calor sólo puede pasar de un cuerpo de mayor temperatura a otro de menor, mostrando que, en cualquier proceso, la energía se va degradando irreversiblemente en su calidad. Esta degradación está conectada con nuestro sentido del paso del tiempo; mediante esta segunda ley se relaciona una magnitud, la entropía (una medida de la capacidad de cambiar siempre hacia el desorden), con el tiempo. Una entropía creciente; es decir, un desorden creciente, es un indicador del sentido unidireccional e irreversible del tiempo.

 

LA GERONTOLOGÍA ES LA CIENCIA QUE ESTUDIA LA VEJEZ y los fenómenos que la caracterizan. La geriatría, en cambio, es aquella parte de la medicina que propone los tratamientos adecuados para la vejez. Ambas tienen como meta fundamental, la de añadir vida a los años y no años a la vida. En 1990 había en España 4,6 millones de pensionistas, lo que representaba 11,6% de la población; en el 2000 estos subieron a 5 millones, es decir el 15%; en el 2020 el número de jubilados habrá alcanzado el 30% de la población. ¿Será esto un problema irresoluble?

Alcanzar la vejez es un regalo de la ciencia moderna. Hacia 1800, en el mundo sólo había un 3% de personas mayores de 65 años. Hoy en día, esta cifra se ha elevado al 12,5% pero en los países del primer mundo dicho porcentaje es bastante mayor.

En gerontología y geriatría no se habla de curar, ya que el envejecimiento no es ninguna enfermedad. Ambas tratan de prolongar la vida útil y no eluden la muerte.

Para la prevención del envejecimiento prematuro deberíamos comenzar desde la infancia y actuar sobre:

  1. El estilo y régimen de vida, buscando un equilibrio entre educación, trabajo y ocio.
  2. La dieta y ejercicios adecuados. Lo dice el refrán: “la salud está en el plato y en la suela del zapato”.
  3. La evasión, en lo posible, de accidentes y estrés físico, psíquico y social.
  4. El control de nuestro estado con chequeos médicos periódicos y la toma de productos activos, especialmente, antioxidantes, tal y como reza otro refrán español: “envejecemos porque nos oxidamos”.
Datos del autor
Nombre Ruth Margalef Krieste y Miguel Margalef Esteve
Empresa Biogründl
Cargo Fundadora y asesor, respectivamente
Biografía
Beauty Cluster

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